A)  EL MISTERIO NUPCIAL: EL MATRIMONIO

 El misterio nupcial es un Amor de Comunión, Donación y Solidaridad entre varón y mujer, que se manifiesta en toda su hermosura y plenitud y es acogido y vivido en el matrimonio y la familia, como hogar, escuela y taller en el que ir creciendo, viviendo y madurando en este amor. 

 El amor conyugal es un amor “comprometido”. Se origina y desarrolla a partir de una realidad que trasciende y da sentido a la existencia de los esposos, como tales, en todas sus manifestaciones. Tiene una originalidad y unas características o notas que lo distinguen de otras formas de amor.  

 Por el matrimonio se establece entre el varón y la mujer una alianza o comunidad conyugal por la que «ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19, 6; cf. Gén 2, 24). El varón y la mujer, permaneciendo cada uno de ellos como personas singulares y completas son «una unidad-dual» en cuanto personas sexualmente distintas y complementarias. La alianza que se origina no da lugar a un vínculo meramente visible, sino también moral, social y jurídico; de tal riqueza y densidad que requiere, por parte de los contrayentes, «la voluntad de compartir (en cuanto tales) todo su proyecto de vida, lo que tienen y lo que son» . No se reduce a una simple relación de convivencia o cohabitación.  

B) EL HOGAR Y TALLER DEL AMOR: LA FAMIILIA

Como nos recuerda el Magisterio de la Iglesia, la familia cristiana es la matriz en la que aprender a experimentar y madurar la verdad del amor humano. La tarea de educar a los hijos desde una antropología adecuada corresponde fundamentalmente a los padres; la familia es la fundamental e insustituible escuela para realizar esta misión. Es en el corazón de la familia donde se puede vivir la misión urgente e insustituible de vivir y mostrar la verdad del amor humano, como icono y sacramento del amor de Dios. 

Es en la familia donde el Amor de Dios se nos hace, por primera vez, presente. A través de todas las relaciones que se dan en su seno, la familia (Iglesia doméstica) es en esta tierra un reflejo de la Trinidad del Cielo. Por eso es tan importante cuidar y preservar todas esas relaciones, porque, más allá de los buenos sentimientos o de la relevancia de la familia-institución social, la familia es el hogar del amor primero, en el que Dios nos recuerda que somos fruto del amor y llamados al amor. 

C) EL HORIZONTE DEL AMOR: LA FAMILIA DE FAMILIAS: HACIA LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR

El Amor de Comunión, Donación y Solidaridad es siempre fecundo, por lo que, si es verdadero, irá saliendo de los márgenes de la propia familia para ir constituyendo y viviendo la “Familia de familias”, es decir, la fraternidad, el hogar de todos los que buscan vivir este amor. Fraternidad en la que los más pobres, necesitados y sufrientes estarán en el corazón de todos como rostros vivos de Cristo sufriente entre nosotros. 

D) LA SINFONÍA DEL AMOR: LA VOCACIÓN AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN Y LA SOLIDARIDAD

Es por ello por lo que la familia cristiana, mostrando desde el propio testimonio la belleza de la acogida y de la gratuidad en el amor, tiene mucho que aportar a tantas personas que viven una masculinidad o feminidad inmadura, o un amor falso y cerrado sobre sí mismo, o que están sufriendo PMS u otras heridas que afectan a la identidad sexual. Las familias cristianas están llamadas a asociarse, colaborar y apoyarse unas a otras en este tiempo de nuevos retos y posibilidades, de sufrimiento y adversidad, de forma especial en la educación de los hijos. 

E)  LA INTEGRIDAD DEL AMOR: MISERICORDIA, VERDAD Y JUSTICIA

Podemos decir que el amor tiene tres rostros: misericordia, verdad y justicia. Para que el amor sea realmente amor, debe estar integrado por estos tres rostros, los cuales se cultivan fundamentalmente en las relaciones familiares. De forma especial, los hijos maduran la misericordia en la medida en que su madre les transmite su amor incondicional. El padre, que también ama profundamente a sus hijos, vive el amor particularmente desde la verdad y la justicia. La comunión entre padre y madre será la base segura para la integración de estos tres rostros del amor en los hijos.