Corazón Herido | Testigos
MADRE TERESA DE CALCUTA
En esta sección te presentamos a hombre y mujeres que han vivido, desde su pobreza y herida, la misión que Dios les ha encomendado, dando verdaderos frutos de santidad:
Carta de Madre Teresa dirigida a su obispo el 13 de enero de 1947 en donde le expone intimidades del surgimiento de su vocación al servicio de los más pobres.
Durante este año, he deseado frecuentemente ser toda de Jesús y hacer que otras almas, especialmente indias, vengan y Le amen fervientemente, identificarme por completo con las jóvenes indias y así amarle como nunca antes Él ha sido amado. Pensé que era uno de mis numerosos locos deseos. Leí la vida de Santa M. Cabrini. Hizo mucho por los americanos porque ella llegó a ser uno de ellos. ¿Por qué no puedo hacer yo por la India lo que ella hizo por América? No esperó a que las almas vinieran a ella; ella fue a ellos con sus celosas trabajadoras. ¿Por qué no puedo hacer yo lo mismo por Él aquí? Hay tantas almas, puras, santas que anhelan darse sólo a Dios. Las Ordenes europeas son demasiado ricas para ellas.—Toman más que lo que dan. «¿No Me ayudarías?» ¿Cómo puedo? He sido y soy muy feliz como religiosa de Loreto. Dejar lo que amo y exponerme a nuevos trabajos duros y a sufrimientos que serán grandes, ser el hazmerreír de tantos, especialmente religiosos; aferrarme a y optar deliberadamente por la dureza de una vida india, la soledad y la ignominia, incertidumbre y todo porque Jesús lo quiere, porque algo me está llamando a «dejarlo todo y reunir a unas pocas, para vivir Su vida, para hacer Su obra en la India». Estos pensamientos fueron causa de mucho sufrimiento pero la voz continuaba diciendo: «¿Te negarás?» Un día durante la Sagrada Comunión oí la misma voz muy claramente—«Quiero religiosas indias, víctimas de Mi amor, quienes serían María y Marta,]S quienes estarían tan unidas a Mí como para irradiar Mi amor sobre las almas. Quiero religiosas libres revestidas con Mi pobreza de la Cruz. Quiero religiosas obedientes revestidas con Mi obediencia de la Cruz. Quiero religiosas llenas de amor revestidas con la caridad de la Cruz. ¿Te negarás a hacer esto por Mí?» Otro día: «Te has hecho Mi esposa por amor a Mí—has venido a la India por Mí. La sed que tenías de almas te trajo tan lejos. ¿Tienes miedo a dar un nuevo paso por tu Esposo? Por Mí, por las almas? ¿Se ha enfriado tu generosidad? ¿Soy secundario para ti? Tú no moriste por las almas, por eso no te importa lo que les suceda. Tu corazón nunca estuvo ahogado en el dolor corno lo estuvo el de Mi Madre. Ambos nos dimos totalmente por las almas ¿Y tú? Tienes miedo de perder tu vocación, de convertirte en seglar, de faltar a la perseverancia. No, tu vocación es amar y sufrir y salvar almas y dando este paso cumplirás el deseo de Mi Corazón para ti. Esa es tu vocación. Vestirás con sencillas ropas indias o más bien como vistió Mi Madre: sencilla y pobre. Tu hábito actual es santo porque es Mi símbolo; tu sari llegará a ser santo porque será Mi símbolo.» Traté de persuadir a Nuestro Señor de que intentaría llegar a ser una religiosa muy fervorosa y santa de Loreto, una verdadera víctima aquí en esta vocaciónpero la respuesta vino muy clara de nuevo. «Quiero hermanas indias Misioneras de la Caridad, que serían Mi fuego de amor entre los más pobres, los enfermos, los moribundos, los niños pequeños de la calle. Quiero que Me traigas a los pobres y las hermanas que ofrecerían sus vidas como víctimas de Mi amor, me traerían estas almas a Mí. ¡Sé que eres la persona más incapaz, débil y pecadora, pero precisamente porque lo eres, te quiero usar para Mi Gloria! ¿Te negarás? » Estas palabras, o más bien esta voz, me atemorizaron. El pensamiento de comer, dormir vivir como los indios me llenaba de miedo. Recé largo rato, recé mucho. Le rogué a Nuestra Madre María que le pidiese a Jesús que apartara de mí todo esto. Cuanto más rezaba más claramente crecía la voz en mi corazón y así recé para que Él hiciera conmigo todo lo que quisiera. Él pidió una y otra vez. Luego, una vez más, la voz fue muy clara: «Has dicho siempre «haz conmigo todo lo que desees». Ahora quiero actuar, déjame hacerlo, Mi pequeña esposa, Mi pequeñita. No tengas miedo, estaré siempre contigo. Sufrirás y sufres ahora, pero si eres Mi pequeña esposa, la esposa de Jesús Crucificado, tendrás que soportar estos tormentos en tu corazón. Déjame actuar. No Me rechaces, confía en Mi amorosamente, confía en Mí ciegamente». «Pequeñita, dame almas, dame las almas de los pobres niñitos de la calle. Cómo duele si tú sólo supieras ver a estos niños pobres manchados de pecado. Anhelo la pureza de su amor. Si sólo respondieras a Mi llamada y Me trajeras estas almas, apartándolas de las manos del maligno. Si sólo supieras cuántos pequeños caen en pecado cada día. Hay conventos con numerosas religiosas cuidando a los ricos y los que pueden valerse por sí mismos, pero para Mis muy pobres no hay absolutamente ninguna. Es a ellos a quien anhelo: les amo. ¿Te negarás?». «Pide a Su Excelencia que Me conceda esto como agradecimiento por los 25 años de gracia que le he dado.» Esto es lo que sucedió entre Él y yo durante los días de mucha oración.—Ahora todo se aclara ante mis ojos como sigue «LA LLAMADA» Ser india, vivir con ellos, como ellos, para así llegar al corazón de la gente.
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