Llamados al amor  | La batalla contra el amor 

LA BATALLA CONTRA EL AMOR: EL AMOR AMENAZADO 

En la actualidad, el Amor se encuentra amenazado. Hoy en día existe un ataque planificado y sistemático contra el ser humano, y por lo tanto, contra la familia, que es la matriz donde se aprende, se vive y madura el amor. Este ataque, como nos decía Benedicto XVI, es fruto de la nueva reducción antropológica que se nos está imponiendo, en todos los planos, a nivel mundial. 

 Esta nueva reducción o revolución antropológica se centra en atacar la raíz básica y esencial de la persona, que es su identidad personal y sexual, modificando así la esencia misma de la naturaleza humana, eliminando la dimensión sexual del ser humano en su ser varón y ser mujer. Esto destruye y degrada al hombre, y desde él, a la familia, a la Iglesia, a la sociedad y al mundo entero.  

 Hoy está en marcha una gran batalla por la persona humana, por su dignidad y su vocación trascendental…”  

(Cardenal Rylko, Presidente del Pontificio Consejo de Laicos, 7-2-2008). 

Este ataque, como decimos, es planificado por los grandes poderosos de la tierra, desde un sistema económico, jurídico, social, cultural y político que considera a la persona como mero producto o mercancía al servicio del poder. Dentro de todo este sistema, una de las piezas claves del mismo es la ideología de género que, como hemos dicho, su objetivo es la creación de un nuevo hombre, eliminando la diferencia sexual entre varón y mujer, y por lo tanto, anulando su identidad y su capacidad de amor de donación, amor de comunión y solidaridad. Reduciéndolo a mero individuo incapaz de comunión y por lo tanto, fácil de esclavizar, manipular y explotar. 

 Si miramos a nuestro mundo, podemos descubrir que vivimos en una auténtica guerra, como nos decía ya de forma clara San Juan Pablo II en el año 1995 en la encíclica Evangelium Vitae:  

   “Se puede hablar de una guerra de los poderosos contra los débiles… Se desencadena así una especie de conjura contra la vida, que afecta no sólo a las personas concretas en sus relaciones individuales, familiares o de grupo, sino que va más allá llegando a perjudicar y alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los pueblos y los Estados” (EV. 12)  

Por lo tanto, hemos de afrontar esta realidad no sólo de forma individual sino sobre todo de forma asociada, en Familia de familias, en la vivencia de la «caridad política», contra este ataque masivo, colocando la dignidad de la persona humana como el eje sobre el que construir nuevas realidades, especialmente a los más pobres y descartados de nuestro mundo.  

Sólo una realidad en la que la persona humana y la familia sean el centro puede dar respuesta integral a este ataque universal, a este nuevo  totalitarismo, que es también integral.  

El totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres: los intereses de clase, grupo o nación, los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no se reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás.  

 Entonces el hombre es respetado solamente en la medida en que es posible instrumentalizarlo para que se afirme en su egoísmo. La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la nación o el Estado. No puede hacerlo tampoco la mayoría de un cuerpo social, poniéndose en contra de la minoría, marginándola, oprimiéndola, explotándola o incluso intentando destruirla (San Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus annus, 44) 

Esta respuesta integral sólo la podremos dar desde el hogar (maternidad) y el taller (paternidad), donde se forja la familia como lugar de encuentro y relación. Nuestro modelo más logrado y hermoso para ello es la Sagrada Familia de Nazaret, donde Jesús está en el centro, abrazado por la maternidad, desde el hogar, de María y por la paternidad, desde el taller, de José. 

 

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AMOR EN ACCIÓN

«Experimenté el desamor, el vacío, la soledad y el infierno de un mundo en la mentira que anulaba el amor verdadero» Felix 

«Viví muchos años en la degradación, la mentira y el dolor, buscando amores que no me daban la vida, sino que me la iban robando poco a poco» Judith 

REMAR MAR ADENTRO

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