Desde este relativismo absoluto, el ataque contra la familia y nuestra Madre, la Iglesia, está siendo masivo. Pues la Iglesia es la única institución en el mundo que defiende la existencia de una verdad absoluta y universal a la que todos podemos llegar, pues la Verdad es Dios. Desde esta verdad absoluta y revelada que proviene de Dios, la Iglesia defiende la dignidad y la inviolabilidad absoluta de cada persona humana, pues cada ser humano es imagen de Dios y presencia de Cristo. En este sentido, se protege y ensalza a la familia como sacramento, como Iglesia doméstica. Una familia cuyo fundamento es el matrimonio compuesto por un hombre y una mujer. Este sacramento es, como nos decía nuestro amado Papa San Juan Pablo II “el icono más perfecto de la Santísima Trinidad en la tierra”. Por este motivo la familia es Iglesia doméstica. 

Esta verdad está siendo atacada desde el sistema actual, realizándose un ataque sistemático y planificado a nivel mundial en todos los ámbitos y esferas de la persona y de la sociedad. Y este ataque es dirigido especialmente a los más pequeños, a los niños y jóvenes, especialmente los más vulnerables, pobres e indefensos. 

En este ataque masivo contra la verdad y el amor, uno de los instrumentos más poderosos que emplea el sistema es la llamada Ideología de Género, a través de la cual, como nos decía el Papa Benedicto XVI se ha producido y se sigue produciendo un verdadero cambio antropológico. A través de esta herramienta diabólica, junto a tantas otras ideologías que se combinan entre sí, se está degradando a la persona humana en un punto que antes no se daba, pues ataca directamente al núcleo más íntimo de la persona, que es su identidad personal y sexual. Es decir, el “corpus diaboli” o gran estructura de pecado en la que vivimos, ha dado un paso más. Ya no se contenta con un sistema colonial que esclaviza a la mayor parte de la humanidad expoliando los bienes y la dignidad de los más pequeños e indefensos, o con romper la familia a través de un sistema económico neocapitalista salvaje que separa a los hijos de los padres y a los padres entre sí. Sino que ahora se pretende colonizar la naturaleza humana, degradando su más profundo núcleo de ser varón o ser mujer, destruyendo así la dignidad más íntima y profunda de la persona, de la familia y de la sociedad.  

Te animamos amigo a combatir con nosotros en esta batalla contra la verdad que se está produciendo no sólo en nuestro mundo, en nuestra Iglesia o en nuestras familias, sino en cada uno de nuestros corazones.