La primer etapa en este descenso es poner luz sobre nuestra historia, sobre lo que nos ha sucedido, poniendo verdad allí donde durante mucho tiempo ha reinado la mentira.  Para ello es necesaria la formación, de ahí que uno de los pilares de EPE sea la formación, la interioridad, pues esto nos permitirá entrar más adentro en la espesura de nuestro corazón. Esto nos permitirá realizar un mapa personal de nuestra herida, desarrollando esa herida tan dolorosa que hemos escondido durante muchos años. 

 Solo desde esta iluminación será posible la verdadera comprensión de nuestra herida y nuestra historia, para así compadecer y sufrir con nuestro propio sufrimiento y dolor que ha estado encerrado durante tanto tiempo. Para ello es necesaria la escucha, para así poder abrazar el dolor. Al abrazarlo lo acogemos y podemos abrazar así el dolor y la herida de tanta personas. Por lo tanto, el descenso a nuestra propia herida, nos permite y capacita para descender al corazón de otras personas, convirtiéndonos así en apóstoles de la esperanza. 

 Este descenso no lo realizamos solos, sino acompañados, junto a otras personas que, desde su propio descenso, nos acompañan en este camino de descubrimiento y aprendizaje. En este acompañamiento y descenso descubriremos que nos acompaña Jesús, el cual ha vivido todo el descenso y todo el dolor junto a nosotros y nos espera en ese abrazo, pues Él ha estado sufriendo todo este tiempo en nosotros.