Hoy en día vivimos y contemplamos una auténtica «conjura contra la vida» desde una cultura de muerte, que explota al débil e indefenso y esclaviza, sin saberlo,  dejándonos sometidos a los poderosos. Es decir, vivimos en un mundo de esclavitud, de hambre, de explotación, de indiferencia, de libertinaje, de permisivismo, que  ataca continuamente a la persona, en todas sus dimensiones, facultades, deseos y relaciones, especialmente a los más pobres y vulnerables. 

Esta batalla o ataque contra la vida está planificado a todos los niveles por los grandes poderes de la tierra. Se persigue acabar con la vida que se considera vulnerable, «inútil», descartable, como es la vida del niño no nacido, la vida de los pobres, la vida de los ancianos y enfermos. Se quiere crear una nueva cultura, pero no de vida, sino de muerte, en la que lo único que cuente sea el lucro o el tener, donde el «ser» insustituible y sagrado de cada persona ya no cuenta, sino que lo que se quiere implantar es la «ley del más fuerte«.