Mundo Esclavizado | El grito del Corazón
LA HERIDA DEL MUNDO
El mundo está herido y grita de dolor. Nuestro mundo está sediento de justicia, de vida, de comunión y solidaridad. Como decía Santa Teresa Benedicta de la Cruz en Auschwitz: «el mundo está en llamas» (Los caminos del silencio interior, p. 105). También lo repetía hasta el agotamiento San Juan Pablo II: «el mundo está en guerra» (E.V. 12).
En este sentido nuestro mundo clama verdad, misericordia y justicia en nuestros hermanos los más pequeños e indefensos. Ellos son el «grito» de Dios, que nos habla y nos interpela cada día a cada uno de nosotros, reclamándonos un mundo de comunión y solidaridad a través de la entrega de nuestra propia vida.
Resulta revelador en este aspecto un texto de una de las homilías de nuestro querido Papa Benedicto XVI el día de Nochebuena del año 1977, cuando aún era Cardenal: «No podemos celebrar la Navidad sin pensar en aquellos para los que hoy no hay luz alguna. No podemos ni debemos celebrar la Navidad sin dirigir nuestro pensamiento hacia aquellos que en esta hora pasan hambre y frío, que sufren y están enfermos, que dudan y desesperan del sentido de su vida, que languidecen en prisiones y hospitales psiquiátricos a causa de su fe. Ellos nos incumben. Se nos ha encargado transmitirles la luz» Ante esta herida y dolor que contemplamos sólo caben dos actitudes: de lucha o de huida («conmigo o contra mí» Mt 12,30). Es decir, o nos asociamos en fraternidad contra el mal que nos oprime, cada uno desde su vocación, o volvemos la espalda a este mundo sufriente, volviéndonos cómplices y verdugos de tanto dolor. En el fondo, esta herida del mundo que grita y gime de dolor nos hace ver y contemplar la herida del Corazón de Dios, que nos grita a cada uno «Tengo Sed» desde el dolor y la herida de los más pobres, pequeños e indefensos. Video: Madre Teresa – El legado
LA BELLEZA DE LA VERDAD
AMOR EN ACCIÓN
«Estoy convencida de que hay grados de internalización de la vergüenza que dejan secuelas para siempre y la clave está en no esperar a que se vayan, a que cambien, a que desaparezcan poniendo todo mi ser en ello, sino en algo mucho más valioso que es, acoger eso de mí, mirarlo con ternura y ofrecerlo por tantos otros sufrimientos fuera de mí que le dan un sentido muy valioso al mío«
Ruth
REMAR MAR ADENTRO
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«Y en aquel momento [Sarra], extendiendo las manos hacia la ventana, oró así: Bendito seas tú, Dios de misericordias, y bendito sea tu Nombre por los siglos, y que todas tus obras te bendigan por siempre. Vuelvo ahora mi rostro y alzo mi ojos hacia ti. Manda que yo sea librada de la tierra, para no escuchar ultrajes.»
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«Los israelitas, gimiendo bajo la servidumbre, clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud, subió a Dios. Oyó Dios sus gemidos, y acordóse Dios de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob.» Éxodo 2, 23s |
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